domingo, 28 de junio de 2015

Trotamundos



Monasterio de Piedra





Hubo un tiempo en el que me desconcertaba comprobar la forma existencial de la gente, como sacadas de una hipnosis mágica e ilusoria. Seduciendo con expresiones y palabras cambiantes al compás de la moda eventual, o siguiendo ritos ancestrales.

Creyendo tener ideas e ideales cuyo origen procede de otras bocas o leyendas, creencias que se asumen y practican sin conocer el trasfondo. 

Hábitos de pensar y actuar repetitivos y en forma mecánica, agrupando, juzgando y descatalogando, sin otro motivo que el que a uno parece ser el acertado. Ensimismados en caos del pasado, recreando viñetas futuristas o en conversaciones que no escucha nadie.

Pensaba que vivía en una sociedad a la cual pertenecía, y que de alguna forma aunque no supiera cómo, había colaborado a construir, estaba dentro, atrapado por la cultura y las tradiciones de un conjunto de ciudadanías decidiendo al por mayor. En un reto implacable procedente de la necesidad de contabilizarlo todo. Del escepticismo ante lo que matemáticamente no puede calcularse ni obtener un resultado exacto ni satisfactorio. Un registro elaborado producto de la competición y manipulación. Una sociedad que divide permitiendo estar en desventaja, aún cuando todos queremos los mismos privilegios. En un área del planeta en el que la Naturaleza juega un papel mínimamente secundario.

Era un contribuyente más, con manías, defectos y creencias, salir significaba romper las reglas, actualizar el derecho a la libertad y navegar como un proscrito a merced de una brújula orientada en las estrellas, ¿qué lugar me acogería? Si en verdad existe un lugar recomendado. ¿Me estaba volviendo asceta de un páramo inexistente?

Que sepa; la libertad en según el concepto en que nos dirige incluye un suplemento llamado soledad, y la incertidumbre de no disponer lo que al mundo demandarías.

Apreciaba el participar en los debates y las largas veladas con amigos, divertirme con buen humor y talante. No tenía la certeza de poseer la valentía suficiente para prescindir de tales maravillosos encuentros ¿A dónde quería ir exactamente?

Es bonito creer, tener la seguridad que la vida otorgase nuevas posibilidades de crecimiento personal, ocupaciones con bellos retales acordes a los fines simplistas de actuar en la corrección, leal a los valores prístinos. La pregunta era cómo ser libre sin sentir un aislamiento escenificado y que nada ni nadie te recordase un abandono. Considerar apropiado a lo que sabía era y tenía que hacer. ¿Sería capaz de llevar a cabo mi misión fuera de mis costumbres institucionales?

Juzgar o criticar no sirve de nada mientras se tengan normas que difieren de las de los demás, nadie tiene el derecho de adjudicarse el papel de dignatario de un tribunal cuando uno mismo tiene sus propios delitos.

Tampoco pretendía ser implacable modificando normas y posturas sistematizadas. La lógica de la supervivencia sobrevive en un mundo regido por el libre albedrío, consecuentemente, los antagonismos son necesarios para descartar y confiar en lo que atrae a tus intereses.

Somos seres versátiles, adictos a la controversia y a espiar en la ventana de al lado, inquietos y trotamundos por los patios que fueron de nuestras escuelas. No soy el que era, y en cada paso trasciendo a otro curso didáctico con distintas posibilidades de formación.

Hoja del diario de; "Un viajero en el tiempo"

Mila Gomez. 




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