martes, 19 de enero de 2016

El regreso de Berto


Segunda vida de Berto

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Siglo XX y principios del XXI en el pueblo de Lagunas.

     Berto es un apuesto hombre, correcto y de tímida  mirada, parco en palabras y cauteloso de meter la pata, ¡quizás! una puya contada a alguien de mucha confianza que le guardará el secreto.  Su solvencia económica y reputación de formal le confieren amistades del pueblo, de estimable refugio para el trauma interno de su anterior vida, yacido en la memoria celular y por el cual, sin saber motivo, siente indefensión ante la oportunidad de superación que ahora tiene. Con estas condiciones externas, Berto tiene su vida metida dentro de un marco protector. 

     Berto se casó enamorado y correspondido. Tuvo dos hijos varones tan gallardos como él. Berto se propuso cuidar de esposa e hijos poniendo su vida en ellos. ¿Qué sería de él si algún miembro de su adorada familia le dejara?  ¡No lo soportaría!, por nada del mundo quería hacer algo indebido que perjudicase su hogar familiar. Al fin conseguido, y tenía miedo de perderlo, de hacer las cosas mal, de no estar a la altura de sus seres queridos y amigos, de las circunstancias, de todo. 

     En Lagunas lo tenían en un pedestal, todo eran elogios y buen trato, sus hijos salieron bien educados y con carisma, su bella mujer le mimaba, y Berto, aquel niño hombre que en su anterior vida temía a ésta y a todo humano que se acercase, ahora vivía un sueño de amor, sin embargo, dudaba de sí mismo, y rezaba cada vez que tenía que tomar una decisión. 

     Un día a su esposa le diagnostican una enfermedad mortal, Berto zozobra y en su rostro quedó registrada la impotencia y la culpa. ¿Qué podía hacer que estuviera bien y salvara a su esposa?  

     Se desvivió por encontrar una solución que eliminase al mortífero enemigo. Pasaron tres años, viendo consumirse a la esposa que tanto amaba, preguntando, indagando, viajando a cualquier lugar que le diesen una esperanza. No la encontró y su compañera de vida le abandonó un cualquier día. 

     Berto no consiguió superar su pérdida, y de nuevo, sintió que le había fallado a toda la familia, no servía para nada y se equivocaba en todo lo que hacía. Sus hijos no fueron suficiente consuelo y poco a poco se apagaba como una vela. Con una carga enorme que debilitó su autoestima.  

     La vida le ha preparado una encerrona para probar su valía, pero no la entiende, no está superando su propósito de vida y se debate ante la culpa. Es una persona ejemplar en su hacer diario, la vida quiere mostrarle que tiene que continuar, que ha de liberarse de sentimientos de pequeñez, madurar y avanzar.  

     Todo le resulta inalcanzable y se castiga continuamente, el interés por la vida desapareció. Meditó mucho al respecto durante los dos largos años desde su mayor pérdida y desdicha;  su esposa murió por no saber él, actuar con inteligencia, y por eso, no merecía seguir viviendo. Eso creía y eso fue, lo que animó a terminar con su papel en la vida.

     Un mal día uno de sus hijos lo encontró sentado en el sillón favorito de la madre, un charco de sangre cubría sus pies, y sus brazos, inertes por los costados evidenciaron que se había cortado las venas. 

     De nuevo, Berto murió sintiéndose pequeño y desamado, de sus propias manos, creyó liberarse de su castigo, no imaginó ni pensó por un momento que muchos asuntos pendientes le quedaban por resolver. ¡No era su momento de partida! 

     He reconocido al Berto de la vida pasada, y él conoció a la nueva María de cuya mirada quedaba prendado en ella. La obsequiaba en su timidez con hermosas palabras y sonrisas.  De una forma inocente estaba cautivado por el recuerdo que de ella tenía, sin conocer de dónde le venía la simpatía. 

     El mismo día de su muerte vino en espíritu al lecho en donde María y yo dormíamos, se colocó al lado de ella e hizo que María reviviera con él su anterior vida. María vivió esta experiencia en un surrealismo que Berto le mostró como suyo. Luego se acercó a mi lado y mi espíritu se reunió con él. 

     Me exigió que le ayudara, se exaltó y zarandeó mi cuerpo de luz, estaba poseído por la incertidumbre y la oscuridad de no saber donde se encontraba, intentó amedrentarme. Le reproché su actitud y despedí hasta no volver tranquilo y con buenos modales. 

     Todo ser que solicita ayuda ha de hacerlo desde la sencillez, da igual en qué punto de su tiempo o realidad se encuentre. 

     Al cabo de dos noches volvió, calmado y controlando la velocidad de sus nuevos pasos. En espíritu me dijo:

     − ¿Como tú, desde ahí, sabes lo que tengo que hacer aquí, para continuar por mi camino, y mi Alma comience a liberarse?

FIN

Hoja del diario de. "Un viajero en el tiempo"

Mila Gomez


Continuará con la reflexión acerca de la creencia de Berto sobre sus dos vidas. Para leerla Clica Aquí.







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