ENCUENTROS



 VI
Las Luces de Santa Cecilia


        Joseph María me dio una alegría cuando me dijo que se había comprado una tienda de campaña, concretamente una canadiense de cuatro plazas, tenía un nuevo empleo mejor remunerado, y para celebrarlo decidió adquirirla y ampliar vestuario, ya no tendríamos que dormir a la intemperie ni invadir casas abandonadas. Es el final de la época estival, el padre de mi amigo nos deja su coche y decidimos volver y quedarnos la semana que teníamos pendiente de las vacaciones, por el Pirineo Aragonés, una región que nos enriquece y divierte recorrer porque siempre descubrimos nuevas bellezas en su espectacular vegetación, formas inagotables de agrestes montañas, y fresca, abundante y saludable agua, que brota de las vísceras de las rocas salpicando con agraciadas cascadas y nubes de espuma, metros y metros de montaña con la soltura y delicadeza de un velo de novia. Una vida sería insuficiente para conocer a fondo los encantos que encierra los Pirineos.

        
        El primer pico que ascendemos es el famoso Aneto, En ésta ocasión para conocer una nueva vertiente de su recorrido y la otra cara del pico, lo realizamos por el lado del Puente de Mahoma, un singular estrecho que atraviesa dos pronunciadas pendientes en ambos lados. La ascensión supuso ciertos inconvenientes con los que disfrutamos poniéndonos a prueba una vez más.

        
        En el Posets la subida a pesar de ser llevadera, encerraba más peligro, tuvimos que cubrirnos la cabeza con el casco para proteger la cabeza de los constantes desprendimientos de rocas. El magistral Machimala cautivó nuestra atención por su empañada silueta encubierta de espesa niebla, postergamos la escalada esperando se disipara, pronto comprendimos que se instalaba perenne en el Pico como manto protector, dando al Machimala aspecto glaseado de vapor con protuberancias rocosas indefinidas, por lo que decidimos igualmente arriesgarnos a subirla. La ascensión exige tanta atención, que no hay lugar para el miedo, tengo tiempo para hacer los movimientos justos, pero no para reflexionar sobre lo que hago o el lugar donde me encuentro. Con cautela vamos apuntalando las extremidades sin prisa. En aquel tiempo no se conocía ningún producto para aplicar en las manos y poder adherirse mejor a la roca, lo único que podíamos hacer era aferrarnos a la pared con todo el cuerpo. Lo importante consistía en concentrar la mente más que de costumbre en el siguiente movimiento, en el lugar preciso donde se colocará la mano o el pie, sin prisas y sin perder el ritmo. Logramos atisbar la cima donde nos espera 
un candor grisáceo bajo los pies, una ingenuidad refinada cargada de exótico silencio que cuesta de romper con palabras inapropiadas. Solo cabe alabar el marco decorativo que envuelve nuestras complexiones como pequeños figurines, desfilando por un corredor de camerinos acicalados para saltar a escena.

       
        Vuelvo a creer en milagros, en la magia, en el poder del hombre y en lo que éste es capaz de conquistar en su vida diaria si se lo propone. Las alzadas cumbres que me abarcan, parecen proclamar que sólo están allí para desafiarme, y que pueda conocer la honra de ese desafío.

        
        Camino de Ordesa y tras el debido aparcamiento del coche, la impaciencia por llegar al Tozal del Mallo me hace andar deprisa dejando atrás a mi amigo. No veo el momento de encontrarme cara a cara con él. Cuando lo diviso me paro en seco contemplando la gigantesca torre oblonga y vertical que defiende la entrada del prodigioso Cañón de Arrazas. 400 mts de piedra calcárea ocre esperándome para trepar, el deseo se hace irresistible y corro a su encuentro ansioso de empezar. En un instante abandonamos el frescor del bosque para penetrar en la implacable reverberación de buena roca, dotada de pequeñas presas y estrechas repisas compactas, una especie de escalera al revés que nos permite deslizarnos por ellas. El avance es muy delicado, astuto y expuesto, en pleno vacío por encima de los abetos. A medio camino se hace obligada otra reunión, seria incoherente continuar sin haberse estacionado en la amplia plataforma herbosa que domina una enorme bóveda, un providencial emplazamiento de reposo de insólita extensión que se llama Plaza de Catalunya. 
        
        Cenamos entreteniéndonos más de la cuenta, degustando cada pedazo y oteando subyugados aquel reservado que nos permitiría hacer vivac. Algunos rayos del ya tenue sol se filtraban por las rendijas, y el resto nos daba de plano augurando una pronta desaparición, el frío azuzaba con braveza aconsejando abrigo...



Has leído un fragmento del capítulo VI del Libro "ENCUENTROS"
Autora. Mila Gomez.
Publicado en 2006 por Imagineediciones. Madrid.







Amante de la montaña, un joven alpinista a través de su afición, descubre su otra inquietud. Conocer las entrañas de la vida, obtener las respuestas que sobre ella sostiene un misterio. Sus pasos fueron experimentar con los juegos del espiritismo, para dejarlos atrás y seguir su propio criterio. Así llegó a descubrir que a las personas que encontraba en su camino, le fueron acercando a su Guía Espiritual, a su propia energía  y al conocimiento de otras civilizaciones. Encuentros es un relato que describe montañas, escalada,  oscuros enigmas del espiritismo y espiritualidad.

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